lunes, 28 de mayo de 2012

¿Por qué tenemos que hablar de Kevin?


Película:  “WE NEED TO TALK ABOUT KEVIN”
     (Tenemos que hablar de Kevin)
Director: Lynne Ramsay
Guión: Lynne Ramsay y Rory Kinnear
Novela Original: “We need to talk about Kevin” de Lionel Shriver
Fotografía: Seamus McGarvey
Reparto: Tilda Swinton, John C. Reilly, Ezra Miller…
País: UK / USA
Año:   2011

 

Eva: You don't look happy.
Kevin: Have I ever?


Mayo, mes en el que se festeja el Día de las Madres en México y en el que se enaltecen las grandes virtudes de quienes son jefas de familia, educadoras y figuras cariñosas para quienes cualquier sacrificio es válido para proteger a sus hijos… es una buena oportunidad para recomendar una cinta ¿maternal?

La maternidad con ese halo consagrado al amor puro y devoto hacia sus vástagos, ha sido retratado en múltiples ocasiones por el cine… pero, ¿qué hay de esas historias en dónde las relaciones madre-hijo no son tan perfectas?  Es más, ¿qué hay de aquellas relaciones entre madre-hijo que se aproximan más a auténticas historias de terror que a historias inspiradoras y conmovedoras? Tenemos que Hablar de Kevin se sitúa justamente en este tipo de historias inusuales que dan lugar al cuestionamiento, a la polémica, a la confusión y finalmente, al escalofrío.

Se trata de una película incómoda y al mismo tiempo sumamente poderosa.  Lynne Ramsay nos presenta una pesadilla de nombre Kevin, pero lo hace a través una cinematografía metafórica por momentos, simbólica y visualmente poderosa más allá de los diálogos, contemplando el relato a partir de la mirada de Eva Katchadurian –madre de Kevin- encarnada extraordinariamente por una Tilda Swinton que entrega una interpretación sólida y conmovedora.  (Actriz olvidada injustificablemente en las nominaciones de la pasada edición de los premios de la Academia ¿no creen?).

La historia de Kevin es la historia también de Eva.  Eva es una mujer que fantasea con tiempos diferentes, con tiempos en los que no estaba social y culturalmente atada a un papel impuesto de madre, con tiempos en los que era libre, en los que era feliz.  Pero la vida pasada de Eva es muy diferente a su realidad actual: marginada, juzgada y condenada por la comunidad, justamente por ser la madre de un monstruo, pero sobre todo acechada por el más tirano de sus jueces: ella misma.


Mommy was happy before Kevin came along.
Now she wakes up every morning and wishes she was in France!



Eva se convirtió en madre por aceptación de ese rol pero nunca por convencimiento… el sentimiento maternal tan puro, instintivo y heroico le resulta ajeno y distante.  Es entonces que la historia plantea su argumento más perturbador… ¿Kevin es consecuencia de esa falta de amor natural y auténtico por parte de su madre? ¿Kevin es acaso el castigo a esa devoción maternal que Eva se siente incapaz de profesar? ¿Es Kevin o es Eva el verdadero villano de esta historia o ambos son consecuencias de una sociedad que marginó a esta familia a pretender y asumir una imagen que no le correspondió nunca? ¿Existe la maldad humana por definición o por consecuencia?

Kevin tampoco es un angelito fácil de querer (por decir lo menos), por el contrario, resulta un personaje naturalmente repulsivo desde su nacimiento.  Su madre a pesar de no sentir de forma automática ese amor hacia ese ser que de ella nació, se esfuerza, trata de ser esa madre que se supone debe ser y fracasa una y otra vez.  Kevin no le facilita esta tarea de madre: ese pequeño engendro es el resultado de resentimientos, odios y de una naturaleza corrupta desde su existencia misma.  Cabe destacar el cuidadoso trabajo de casting de Kevin en sus diferentes edades así como la interpretación malévola y repulsiva de Ezra Miller. 

En esta relación enfermiza entre una madre y su hijo encajan otros personajes como el padre Franklin (John C. Reilly) y la hermana de Kevin, la adorable Célie.  Sin embargo, la mirada implacable de Eva se fija en Kevin y especialmente en ella misma, y aunque añora esos tiempos sencillos en los que era libre, soltera y feliz; o bien, incluso llega a desear su segundo papel como parte de una familia,  sabe que esas vidas han terminado y que está condenada a vagar muerta en vida, relegada y condenada por siempre ante el fatídico destino de ser la madre de un Kevin sociópata y aberrante.

De esta manera, Eva Katchadurian hace frente a la vida con un espíritu endurecido, devastado, atormentado y resignado, asumiendo que el odio de la comunidad, la discriminación y el repudio eterno de la sociedad y de ella misma; son apenas una penitencia justa para tratar de expiar sus culpas y vivir en un infierno del que ella misma atizó sus llamas hasta que la consumieron por completo junto con cualquier esperanza de redención.

Como lo muestra la secuencia de apertura de esta cinta, Lynne Ramsey logra desarrollar una narrativa visual contundente, capaz de proyectar al espectador composiciones visuales de las que se pueden inferir más significados en una sola escena de los que podrían relatarse con una serie de diálogos innecesarios.  En la secuencia inicial, Eva juguetea en una especie de “tomatina” delirante, que la seduce y la envuelve; sin embargo, la imagen pronto se torna angustiante, ya que Eva parece ser sometida dentro de esta dinámica apabullante hasta el grado de ser sometida y consumida a pesar de sus intentos aparentes por escapar de este líquido escarlata en el que se ve sumergida.

El uso del color rojo durante toda la cinta, merece también una mención especial como motivo recurrente utilizado por la directora, que no sólo aparece como las manchas de pintura que cada día atormentan la fachada del hogar de Eva tras “los sucesos ocurridos”; sino también como un recordatorio constante de algo que no puede lavarse y olvidarse, que sigue siempre presente en la vida de Katchadurian, como una culpa perenne, como sangre simbólica que no pudiera enjuagarse de sus propias manos a pesar de todo intento, que simplemente le acecha y le somete.

Tenemos que Hablar de Kevin es así una de las películas más escalofriantes que he visto recientemente, de esas historias perturbadoras capaces de sacudir al espectador en lo más íntimo y personal, una aterradora película que nos cuestiona como sociedad ante el horror moral que cada día se hace más presente en las comunidades y hasta en algunas familias.  El terror de la cinta radica en la escalofriante semejanza con la realidad y con la complejidad de los seres humanos y de las enfermedades sociales que nos aquejan.

¿Por qué tenemos qué hablar de Kevin? Simplemente Kevin es ese demonio que se aloja en nuestras sociedades y que cuestiona nuestra responsabilidad moral.  Kevin es una historia que merece ser contadas y reflexionada ampliamente aún después de las casi 2 horas de duración en pantalla, es una de esas historias capaces de estremecer y de horrorizar como un golpe inesperado.  Tenemos Que Hablar de Kevin es una cinta contundente, una recomendación obligada por su lenguaje cinematográfico pero sobre todo, por sus implicaciones morales, sociales y éticas.  Una película sumamente fuerte e incómoda y por lo mismo terriblemente poderosa de la que no podemos dejar de hablar.



Just because you're used to something doesn't mean you like it.
You're used to me.
-KEVIN-


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NOTA: Infinitas gracias a @crislata que me invitó a ver esta escalofriante premier en su momento con una gran introducción de Miguel Cane. ¡Mil gracias por compartir!

¡Estar de regreso en este blog es grandioso! Tenemos muchos pendientes cinematográficos que degustar por aquí ustedes y yo… ¡adelante con el buffet! 


TR

 

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